¿Qué es esto?

Este blog pretende recoger el día a día de un libro, lo que dicen de él, a dónde viaja, con quién, ...
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domingo, 14 de febrero de 2016

Andrés García Cerdán. Presentación en Albacete


TODAS LAS NOCHES DEL INCENDIO CON ANTONIO AGUILAR.
 *Notas para la presentación de La noche del incendio en POETRY INN ALBACETE.
 Librería Popular, 22 de mayo de 2015


http://andresgarciacerdan.lagallaciencia.com/2015/06/todas-las-noches-del-incendio-con.html

 Así, como el que no quiere la cosa, han pasado casi 20 años. Bienvenido, Antonio, de nuevo, como siempre. Bienvenido porque vienes a traernos el incendio, quizá lo único importante en esta vida. Como tú decías en una dedicatoria, qué suerte habernos conocido, la verdad. Qué suerte tan grande arder contigo y con tu poesía otra vez. Es un orgullo tenerte a nuestro lado hoy, como tantas veces.

 Las batallas que puedo contar esta noche tienen que ver con los años maravillosos del Campus de la Merced, con El Cafetín Árabe donde fundamos Thader, con aquel Encuentro de Jóvenes Escritores en el Almudí, con el Aula de Poesía, con el Ababol de Juan Luis López Precioso, con el CreaJoven de Murcia, con los Ardentísimas de José María Alvarez, con Expo-Libro y Diego Marín, con La Puerta Falsa y el Ramón Gaya, con el Oliver Belmás, con los recitales inolvidables de Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo, Francisco Brines, José Angel Valente o José Hierro, que nos dejaron traspasados de mitomanía y de amor por las palabras. Y mucho mucho más, mon semblable, mon frère. Por ejemplo, las presentaciones de los amigos, las decenas de lecturas compartidas, de Javier Marín Ceballos o Javier Orrico, a J.F. Kosta, Cristina Morano, Alberto Chessa, Diego Sánchez Aguilar, Angel Paniagua, Antonio Marín Albalate, Javier Moreno o José Daniel Espejo. Y La cabra, y El coloquio de los perros, y Oh Poetry, y Los deseos, e Isla desnuda, e Ítaca y aquella traducción en Hiperión de Kavafis. Y, por supuesto, Vicente Cervera y Soren y Dionisia e Isabelle, infatigables. Y Fractal y El llano en llamas. En fin, ya lo sabes, algo más que nombres, mucho más que nombres, la profundidad, la vida y la alegría contagiosa de todos esos nombres y todas las cosas vividas en el nombre de la poesía, con la intensidad ingenua de la juventud y su arrebato mortal.

 Al lado de todos ellos, brilla con luz propia otro nombre propio: Eloy Sánchez Rosillo. En su estela, en la admiración profunda por sus obras, sus consejos, su forma de ser, creo que crecimos todos, con él, hacia él o contra él, pero siempre atentos siempre a la verdad del poema, su pulcritud, su honestidad vital, sus intensidades, sus celebraciones, sus elegías. Tú eres una de las personas en quienes su lección se ha detenido con más fuerza, más brillantez y más sentido. Que se haya detenido significa que sobre ti parece haber puesto sus manos el maestro.

 No ha sido en vano todo esto. Vienes hoy, una vez más, a decir con tu voz las cosas que nos despiertan y nos salvan: la hermosura, la palabra bien dicha, la contemplación lúcida del mundo, la revelación en silencio del secreto a voces (“Mejor en silencio/ amor se comunica”, decía Hierro) y el amor, esa forma única de habitar una casa.

 De amor está hecho este libro. Es la poesía de La noche del incendio (Huerga y Fierro, 2015) una poesía de pequeños grandes gestos cotidianos, de delicadas maneras, de placeres que son buganvillas, de pequeñas fidelidades, de intimidades absolutas.

 Has aprendido a perdonar, me dice.
La casa, por ejemplo,
la luz que entra de par en par por las persianas
 o que de pronto asalta las habitaciones
como un zurcido en el silencio de la noche.
Cómo la miras, dice,
 cómo la rozas con los dedos,
la luz, la casa, la memoria.

 En esa materia intangible están escritos estos poemas: la luz, el roce, la pertenencia, la memoria. Cada poema es un altísimo sueño recobrado, cumplido. Devanas el ovillo de la música de los días con la limpieza y la emoción arrebatada del que deja caer humildemente sus ojos y sus manos sobre la superficie de los grandes descubrimientos de la vida privada. En Perséfone, nos lo dices:

 No siempre conocer fue fácil, fue por ti
por quien mantuve abierta la mitad
de mis ojos –la otra mitad dormida
tal vez con el deseo de encontrarte.

 Conocimiento y búsqueda y sensualidad. Este es el tesoro, el equipaje. Prestas atención al detalle de las arquitecturas emocionales, al milagro común, a la silueta de la persona que amas y a sus movimientos, que detienen el tiempo y convierten una mínima acción en un suceso trascendente, más aún, en un poema. En ti tiene sentido aquello que comparten Eloy Sánchez Rosillo, Raymond Carver y Antonio Machado: prestar atención. Es un don, es una revolución. Prestar atención al lenguaje, al hombre, a ti mismo, a la naturaleza, a la belleza, al tiempo. Ser capaz de oír la música, de atender a la canción que inconfundiblemente te ronda. En Construir una casa, por ejemplo, escuchas:

 Y de pronto se escucha la canción
 como una hoja liviana
que cae desde el centro de la vida.

 Por ti hemos odiado todos a ese cura que recibe un mensaje y mira “la pantalla de su móvil/ mientras recitaba los Evangelios/ de una memoria aburrida y monótona” en medio del entierro de tu abuela. Por ti sabemos también un poco más del dolor:

 No dijo que el dolor era como un eclipse,
que llega poco a poco,
que lentamente te da su bocado seco,
que luego se aleja dejando un rumor
de hojarasca pisada,
que es áspero como una cicatriz.

 El dolor es un incendio también, querido Antonio, uno de esos incendios de llamas descomunales con las que aprendemos a convivir.

 Y, sin embargo, otro es el incendio que hoy nos traes y otra la noche: abundancia, desnudez inteligente, sensualidad poética. En verdad, después de leer tu libro, es luminosa la resaca de tanta intuición, y parece que sea siempre “Sábado”:

  Me he sentado a la mesa
-en la cocina-.
 Dejo que pase el tiempo,
que sus migas de pan resbalen por mis dedos
hasta el mantel azul.
 Tú no lo sabes, pero te espero.
Paso las páginas de un libro.
Es el amor. Escampa
la luz del sábado por la ventana.

 Ahí nos quedamos, en el alféizar, con los ojos abiertos. Algo ha cambiado, sí, mucho, para bien. Y nos dejas el alma en vilo. Andrés García Cerdán

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